jueves, 19 de noviembre de 2015

Las herederas de Mamá Maquín EL EDITORIAL DE HOY DEL DIARIO SIGLO21

 




Es un alto honor que nuestro país haya sido la sede del VII Encuentro Continental de Mujeres Indígenas de las Américas, el cual culmina hoy en la ciudad de Guatemala.

Durante cuatro días, delegadas de organizaciones y pueblos originarios del continente, se dieron cita para intercambiar información y compartir experiencias relativas a sus luchas por los derechos de las mujeres indígenas, por la igualdad y contra la exclusión de que son víctimas.

Este encuentro ha permitido renovar, con datos y vivencias concretas, la denuncia sobre las condiciones de discriminación y desigualdad en que transcurre la vida de la gran mayoría de mujeres indígenas del continente. 

Situación de la que no escapa Guatemala, donde debe recordarse la enorme deuda, histórica y presente, que la sociedad tiene con quienes, durante más de 500 años, han sido soporte esencial para preservar el crisol lingüístico, cultural y espiritual de los pueblos originarios de esta parte de América.
Deuda que se resume en algunos datos lacerantes, como que solamente una de cada diez mujeres indígenas tiene acceso a la educación en Guatemala; que la tasa de mortalidad materna entre las mujeres indígenas es tres veces superior a este mismo indicador en mujeres no indígenas; que el ingreso promedio mensual de estas últimas duplica al que logran obtener las mujeres indígenas.

Este es el rostro claro de la discriminación, la cual tiene para las mujeres indígenas una triple dimensión: por su sexo, por su etnia y por su rol económico. Son ellas las mayores víctimas de la sociedad patriarcal, racista y clasista.

Pero ellas son, también, el núcleo profundo e inquebrantable de la resistencia ancestral, de la lucha por sus derechos, los de sus familias y sus comunidades. 

Son las auténticas herederas de Adelina Caal, Mamá Maquín, quien un 29 de mayo de 1978 estuvo al frente de los reclamos agrarios de las comunidades q’eqchís y ofrendó su vida por ellas, en la oprobiosa masacre de Panzós.

No hubo en el VII Encuentro Continental actitudes plañideras ni solicitudes de políticas paternalistas o concesiones gratuitas. Si fue patente, en cambio, un fuerte sentido de reivindicación de derechos históricamente negados.

En un año en que la sociedad guatemalteca vivió memorables jornadas de unidad, se debe exigir que el Estado cumpla los compromisos contenidos en la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, en especial los relativos a la adopción de medidas “para asegurar que las mujeres y los niños gocen de protección y garantías plenas contra todas las formas de violencia y discriminación”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario